Daban ganas de cantarle a la Luna, espléndida y -sobre todo- muy cercana. Apenas comenzado el domingo las nubes se corrieron y ella iluminó el cielo de la capital. Puro fulgor. Habrá que esperar 17 años para volver a apreciar el fenómeno: el satélite se aproximó de tal modo a la Tierra que se lo vio un 14% más grande. Cinco periodistas te cuentan cómo vivieron el momento. Y a vos, ¿qué sensaciones te generó?
Está nublado. ¡Nube, córrete, que quiero ver la Superluna! El cielo me escucha y descorre el telón. "¡Allá está! ¡Qué grande es! ¿no?", le digo a mi hija de 12 años. Ella eleva los ojos e intenta contentarme: "psé... Un poco". Pienso en los enamorados, en los poetas ... Camino por la plaza Urquiza y ¡nada! Nadie mirando la Luna. "Parecés tonta, mamá, ¡dejá de mirar para arriba!", me espeta mi hija. ¡Pero, qué pasa en esta ciudad!", les grito a los edificios. "¡Setenta balcones hay en esta casa, setenta balcones y ninguna flor! ¿A sus habitantes, Señor, qué les pasa? ¿Odian el perfume, odian el color?..." ¡Basta, mamá, que no es la 'alta luna'! Y pienso que tiene razón. Que las luces de la ciudad no dejan ver bien el espectáculo. Y que quizás muchas veces nos dejamos encandilar y nos perdemos los espectáculos simples de la vida.